Cada mañana, Isabel se sentaba en el taburete blanco de la cocina y removía la leche del desayuno muchas veces.
“Venga, Isabel. Bébete la leche que llegas tarde al colegio”. Le decía su madre.
“Venga, Isabel. Y acábate todo el tazón que siempre lo dejas por la mitad”, le regañaba su padre.
Isabel se bebió la mitad del tazón de leche, se rió y salió corriendo.
Aunque la regañaban, ella sabía que si se bebía toda la leche no volvería a ver las musarañas. Las musarañas eran unos bichitos de colores que aparecían cuando ella se sentaba en el taburete blanco de la cocina y removía la leche muchas veces. Jugaban con ella cada mañana y le decían los buenos días.
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