30 septiembre 2007

Tronos

Había una vez un rey que siempre se enfadaba por todo. Sus sirvientes no sabían qué hacer para tenerle contento. Lo que más le gustaba era sentarse en su trono, mandar y quejarse. Que si la comida estaba sosa, que si los cubiertos estaban sucios, que si olía mal, que si el suelo no relucía…

Una mañana se levantó y se sentó en su trono. Cuando empezó a mandar y a quejarse, se dio cuenta de que se había quedado solo. Todos los sirvientes, su consejero, el bufón, el ama de llaves… Todos se habían marchado. Aquel rey, sin tener a quien mandar, ni con quién enfadarse, dejó la corona en el trono y se fue de allí para siempre. Al día siguiente, todo el pueblo celebró su marcha y en medio de la plaza cantaron y bailaron hasta el anochecer. Después, hicieron una enorme hoguera con el trono y la corona, y nunca más volvieron a tener rey.

29 septiembre 2007

Lo que puede suceder un día de viento

Hace mucho tiempo de la biblioteca de mi pueblo se escapó una palabra. Dicen que fue en un día de viento. Una ráfaga abrió el diccionario y de allí la palabra salió volando por la única ventana que estaba abierta.

Y dicen que llegó hasta una nube donde estuvo jugando a la rayuela un rato y la nube empezó a cambiar de colores y de formas. La palabra subió más arriba hasta alcanzar las estrellas y se hizo amiga de una de ellas que era profesora de matemáticas y astronomía. Y la estrella matemática se olvidó de contar, de sumar y de restar y se fue con su amiga a dar una vuelta por la Galaxia o a darle la vuelta a la Galaxia. Después se despidieron y la palabra se encontró con el sol que estaba muy cansado. El sol al verla sonrío y comenzó a emitir rayos de colores en todas direcciones que llegaron hasta la Tierra donde, a la gente que tomaba el sol, se le pintó la piel de rojo, verde, morado, azul, granate… (De eso todavía se acuerdan en mi pueblo). El sol se divertía de lo lindo y la palabra jugueteaba entre los rayos deslizándose de un lado a otro. Un poco más lejos, vio a un hombre en el interior de una montaña. Estaba serio y pensativo. Todos vieron cómo la palabra se colaba en su cerebro y el hombre al leerla sonrío y se puso a pensar, pero de otra manera, porque se levantó y se puso a construir castillos en el aire.

La palabra, contenta y satisfecha, volvió a la biblioteca donde el diccionario la esperaba con las páginas abiertas por la “i”. Esa palabra volvió a ocupar su sitio. Desde entonces, durante los días de viento, la biblioteca de mi pueblo tiene todas las puertas y ventanas bien abiertas, no vaya a ser que la palabra quiera escaparse de nuevo y no tenga adonde ir.

27 septiembre 2007

Va de dientes y calcetines

En la revista CLIJ (Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil), en el número 207 (septiembre 2007), acabo de leer un cuento que me ha fascinado. El autor, Antonio Lozano, escritor y periodista en Qué Leer. El título, El diente, el calcetín y el perro astronauta. La editorial, Thule. La ilustradora, Birte Müller.

Los protagonistas, Maya, Otto y el perro que aparece en la pesadilla de Maya que luego encontró Otto en una excursión. ¿Casualidades o predestinaciones? Tres historias que se entrelazan con tres factores comunes: calcetines, dientes y un perro astronauta.

Esa cosa de leer

Acabo de leer una cita de Gabriel Zaid con la que estoy completamente de acuerdo y dice:

"¿Qué demonios importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros?... Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa después de leer. Si la calle, las nubes y la existencia de los otros tienen algo que decirnos. Si leer nos hace físicamente más reales."





Zaid, Gabriel. Los demasiados libros. Barcelona: Anagrama, 1996.

24 septiembre 2007

Mandanga 2. La Mercé de Conte

El otoño empezó con color de cuento en la fiesta de la Mercé.
Llegué el viernes por la tarde para calentar motores. Y qué mejor lugar para tomar unas cervezas que en el Hogar Extremeño de Barcelona y así, sentirme como en casa...



El sábado, en el Parc de la Ciutadella, empezó todo:

- El racó dels contes
- El biciconte
- Contes a l'umbracle

En el Pati Llimona había otros narradores contando a través del teléfono.

Un total de cincuenta narradores paseándonos con la bici, contando para el que quisiera escuchar, invitando a todo aquel (pequeño o mayor) contara aquella historia que le contaban o le cuentan...

Una organización impecable los compañeros y compañeras de Anin


Unas cuantas fotos..




Y unas cuantas más.

21 septiembre 2007

Sofás

Los ratones Ruperta y Ruperto tomaban el té sentados en el sofá verde del salón de su casa. Vivían en el hueco de un árbol que había en el jardín de una gran ciudad. Frente al fuego de la chimenea, con sus batas azules, se calentaban del frío invierno lluvioso de afuera.

Aquella tarde hablaban de sus vidas y de lo bien que lo pasaban juntos, cuando un enorme ojo se asomó por la ventana redonda del salón. Los ratones sabían que aquel era el ojo del gato Maragato, su peor enemigo. Así que, sin pensarlo dos veces, se cogieron de las manos, dijeron unas palabras mágicas y desaparecieron entre el humo de la chimenea. El gato Maragato, se fue muy enfadado. Otra vez aquellos roedores se habían burlado de él.

Ruperta y Ruperto volvieron después de un rato, se terminaron el té en el sofá verde y se quedaron abrazados mirando el fuego de la chimenea, como los ratones que se quieren.

20 septiembre 2007

Mecedoras

Un día, antes de comer, Marcos estaba jugando en el desván. Entre los cachivaches encontró la mecedora del abuelo y su sillita roja de madera.

Marcos se acordó de cuando el abuelo vivía con ellos. Por las noches, antes de dormir, el abuelo se sentaba en su mecedora y él en su sillita roja de madera. Se quedaba muy quieto para escuchar el cuento que saldría de la boca del abuelo y que le acompañaría en sus sueños aquella noche. Los ojos se le llenaron de lágrimas. Limpió su sillita y se la bajó a su habitación.

A partir de aquel día, cada noche, un cuento del abuelo se colaba en los sueños de Marcos y por las mañanas se levantaba sonriendo.

19 septiembre 2007

Banquetas

Blanca vivía con su abuela en una granja llena de animales. Los sábados por la mañana, lo que más le gustaba hacer era ordeñar a la vaca Paca. Usaba su banqueta preferida. Una banqueta de madera que servía para todo. Se subía encima para alcanzar las galletas de chocolate que su abuela escondía en el armario más alto, dejaba su ropa preparada cuando se duchaba y sobre ella jugaba a las casitas.

Un día, una anciana pasó por la granja pidiendo limosna. Blanca le dio un tazón de leche recién ordeñada. Agradecida, la mujer le dijo que si pedía un deseo aquella noche, se cumpliría. Blanca, antes de acostarse, se sentó en su banqueta y deseó que aquélla fuera una banqueta voladora. Al instante, la banqueta de madera se elevó del suelo y Blanca salió por la ventana de su habitación.

Y desde entonces Blanca voló cada noche donde quiso.

18 septiembre 2007

Mandanga 1. La web social

Acabo de recibir un curso muy interesante sobre la web 2.0 o web social que prefieren llamarla muchos. El curso se llamaba Bibliotecas municipales y desarrollo tecnológico y se desarrolló en la Fundación Germán Sánchez Ruipérez de Peñaranda de Bracamonte (Salamanca).
He tenido la oportunidad de conocer a gente estupenda y aprender un montón de cosas sobre blogs, wikis, marcadores sociales, etc.

Catuxa Seoane ha resumido los contenidos del mismo, así como Antonio Fumero. En sus respectivos blogs hay información, imágenes y vídeos de todo lo que aconteció en Peñaranda los días 13, 14 y 15 de septiembre de 2007.

17 septiembre 2007

Taburetes

Cada mañana, Isabel se sentaba en el taburete blanco de la cocina y removía la leche del desayuno muchas veces.

“Venga, Isabel. Bébete la leche que llegas tarde al colegio”. Le decía su madre.

“Venga, Isabel. Y acábate todo el tazón que siempre lo dejas por la mitad”, le regañaba su padre.

Isabel se bebió la mitad del tazón de leche, se rió y salió corriendo.

Aunque la regañaban, ella sabía que si se bebía toda la leche no volvería a ver las musarañas. Las musarañas eran unos bichitos de colores que aparecían cuando ella se sentaba en el taburete blanco de la cocina y removía la leche muchas veces. Jugaban con ella cada mañana y le decían los buenos días.