Cerca de la Baixada de Santa Eulàlia en el Gòtic de Barcelona, hay una pequeña tetería llamada Salterio pero conocida como la tetería del Gòtic. El local está regentado por Alberto, un italiano calabrés, Fátima, la cocinera saharaui, una maravillosa contadora de historias, y Ali (que no Alí), sobrino de ella.
Cenamos en la barra porque estaba todo lleno y para entablar conversación. Lo que no tardó en suceder. Dejamos que Fátima nos diera de cenar lo que estimara conveniente y para beber: vino ecológico de Viña Ilusión, Estrella y una infusión digestiva. La conversación transcurría al son de samba, bossa nova, Deller Consort y entre los bocados de los buenísimos shartós. La gente que se iba, se despedía de todos los de detrás de la barra con la familiaridad y confianza del cliente habitual, para mí, algo inusual en Barcelona. Pero claro, con unos anfitriones como los que teníamos, no era nada extraño.
De todos los muchos temas que tocamos y las risas que nos echamos, nos quedó claro lo útil de lo amargo, como el limón, el tomillo o la salvia, que desinfecta; y que no hay nada mejor que el agua salada: las lágrimas, el sudor y el agua de mar, que limpia el estómago y cicatriza las heridas.
Gracias Alberto, por los consejos y por la música, gracias Fátima por las viandas, gracias a los amigos que me lo mostraron . Que digo yo que si no llega a ser por ellos, nada de aquello hubiera ocurrido. Si ellos, sin la cerveza, sin la infusión de salvia, manzana y tomillo, y sin, por supuesto, el magnífico vino Viña Ilusión que hace honor a su nombre.
Cenamos en la barra porque estaba todo lleno y para entablar conversación. Lo que no tardó en suceder. Dejamos que Fátima nos diera de cenar lo que estimara conveniente y para beber: vino ecológico de Viña Ilusión, Estrella y una infusión digestiva. La conversación transcurría al son de samba, bossa nova, Deller Consort y entre los bocados de los buenísimos shartós. La gente que se iba, se despedía de todos los de detrás de la barra con la familiaridad y confianza del cliente habitual, para mí, algo inusual en Barcelona. Pero claro, con unos anfitriones como los que teníamos, no era nada extraño.
De todos los muchos temas que tocamos y las risas que nos echamos, nos quedó claro lo útil de lo amargo, como el limón, el tomillo o la salvia, que desinfecta; y que no hay nada mejor que el agua salada: las lágrimas, el sudor y el agua de mar, que limpia el estómago y cicatriza las heridas.
Gracias Alberto, por los consejos y por la música, gracias Fátima por las viandas, gracias a los amigos que me lo mostraron . Que digo yo que si no llega a ser por ellos, nada de aquello hubiera ocurrido. Si ellos, sin la cerveza, sin la infusión de salvia, manzana y tomillo, y sin, por supuesto, el magnífico vino Viña Ilusión que hace honor a su nombre.
3 comentarios:
El Salterio como una extensión de casa, como llevarte a la cocina, donde siempre pasan las mejores cosas y aparecen gentes e historias. Eso es para nosotros. O más. Y nos gustó llevarte y compartirte. Iremos volviendo y esperamos que tú también. Ah, por cierto, tienes que conocer también a Luca y a Calone, que no estaban y son parte de la familia... Tienes asuntos pendientes en Barcelona!!!
Los cuentos siempre me han gustado en un ambiente agradable, junto al fuego de una chimenea, a la luz de unas velas....pero sobre todo con buena compañia y esto último se cumplió cuando nos contaste aqui en Avila junto a Campanari.
Patricia, fue un placer. Ya lo sabes. Y si todavía me quedan dos por conocer, ve reservando fecha que me planto en un abrir y cerrar de ojos, jiji.
Eloy, también me gusta el calor del fuego para escuchar y contar historias... Voy a empezar a creer que hasta soy buena persona y todo! ;)
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