Ser transparente para Clara le daba más problemas que otra cosa. Que todo el mundo viera su interior no le hacía ninguna gracia ya que no podía decir lo que pensaba sin que alguien se lo dijera previamente después de haberle visto por dentro. Una fina membrana cubría el cuerpo de Clara. Su piel no había terminado de formarse y los médicos decían que había nacido antes de tiempo. Le era imposible mentir, disimular o ser diplomática, ya que los pensamientos y sentimientos que le recorrían el cuerpo y la cabeza se veían con tanta claridad como el interior de una botella de cristal.
Un amigo suyo le aconsejó que si quería tener una piel más gruesa, tendría que aprender a mentir. De esta forma, a cada mentira que dijera Clara, su piel engrosaría. En su desesperación Clara probó. Y empezó a inventar historias. Pero le era imposible decir tres mentiras seguidas, así que la piel recién nacida, desaparecía y volvía a mostrar todo lo que tenía dentro. Intentó mentir en la oficina, pero no salió y la despidieron. Se metió en un grupo de teatro, probó en la política, vendiendo productos de cosmética, escribió en algún periódico e incluso se prostituyó alguna vez a ver si podía mentir en los orgasmos, que decían que era lo más fácil. Sin embargo, estos intentos le daban más insatisfacciones que otra cosa. A lo mejor tenía que aprender a vivir con aquella transparencia a pesar de todo.
De tanto deambular por la mentira, su ingenio se agudizó. Empezó a decir lo que pensaba y lo que sentía antes de que nadie se lo viera. Poco a poco, finas capas de piel envolvieron su cuerpo de verdades hasta el día en que quedó totalmente cubierto. La piel resultante era un poco rugosa al tacto y cuando se erizaba, le salían pequeñas púas punzantes.
Un amigo suyo le aconsejó que si quería tener una piel más gruesa, tendría que aprender a mentir. De esta forma, a cada mentira que dijera Clara, su piel engrosaría. En su desesperación Clara probó. Y empezó a inventar historias. Pero le era imposible decir tres mentiras seguidas, así que la piel recién nacida, desaparecía y volvía a mostrar todo lo que tenía dentro. Intentó mentir en la oficina, pero no salió y la despidieron. Se metió en un grupo de teatro, probó en la política, vendiendo productos de cosmética, escribió en algún periódico e incluso se prostituyó alguna vez a ver si podía mentir en los orgasmos, que decían que era lo más fácil. Sin embargo, estos intentos le daban más insatisfacciones que otra cosa. A lo mejor tenía que aprender a vivir con aquella transparencia a pesar de todo.
De tanto deambular por la mentira, su ingenio se agudizó. Empezó a decir lo que pensaba y lo que sentía antes de que nadie se lo viera. Poco a poco, finas capas de piel envolvieron su cuerpo de verdades hasta el día en que quedó totalmente cubierto. La piel resultante era un poco rugosa al tacto y cuando se erizaba, le salían pequeñas púas punzantes.
4 comentarios:
espléndido
Gracias!
Las verdades son como púas punzantes!!!
En efecto, a veces lo parecen... más de una se han clavado en los ojos y hemos llorado un poco.
Hermosas inspiraciones, te detecto.
realmente, la mentira no sostiene nada ni a nadie... qué lista Clara,qué ingeniosa, Tati!
Cuqui
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