Hay veces que por más que pongamos parches a la memoria, ésta juega con nosotros trayendo recuerdos que quizás queremos olvidar o de esos otros que nos encanta que nos regale. De esos recuerdos quedan grabadas a fuego tanto la fecha y hora de lo sucedido como las emociones que nos produjo, ya fueran agradables o desagradables.
El caso es que el pasado viernes, 28 de octubre, fue uno de esos días, de esas noches inolvidables que agradeceré a mi memoria que me la devuelva cuantas veces quiera.
Eran las 20.30 horas de la noche. El Centro de Psicoterapia, Yoga y Salud Chelo Díaz empezó a llenarse de gente. Fueron entrando a la sala descalzos y sonrientes con un chupito de licor café en una mano y una pasta en la otra.
Todo estaba preparado gracias a la labor de la propietaria del Centro, Chelo y su ayudante, Rosa que cuidaron hasta el mínimo detalle para que ocurriera lo que allí ocurrió durante una hora y cuarto aproximadamente: una contada sentida y emocionante que arrancó sonrisas cómplices, risillas nerviosas, carcajadas, miradas reflexivas, algo de inquietud y pequeñas dosis de nostalgia. Eso es lo que ví en los ojos de la gente o lo que mi cuerpo sentía mientras contaba.
Y al final, aplausos, proposiciones indecentes y margaritas amarillas (mis preferidas).
Aquí os dejo un pequeño resumen que hicieron en el Centro para que comprobéis lo mal que canto.
Aquí os dejo un pequeño resumen que hicieron en el Centro para que comprobéis lo mal que canto.
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