Cuando era pequeña, le gustaba pelar la naranja con la mano. Primero, con un cuchillo, cortaba el equivalente al polo norte y al polo sur de la esfera. Luego, hacía fisuras en la piel, no demasiado profundas para que no salpicara el zumo. Eran cortes secos y superficiales. Dividía la naranja en cinco o seis secciones y después la pelaba.
Introducía el cuchillo en la parte superior de la naranja, en el equivalente a su eje, para facilitar su apertura. Abría la naranja (con la uña) y la separaba en dos mitades. Como le gustaba presumir de boca grande, se metía en la boca la mitad de la naranja entera. Muchas veces casi no le cabía y a penas podía morderla. Era el momento de ponerse una servilleta delante para poder hincarle el diente. Una vez ingerida, se divertía cortando con un cuchillo o royendo la parte blanca de las mondas. A veces también se entretenía apretando la superficie como si fuesen granos para que saliese el líquido.
El olor a naranja se quedaba en las manos durante horas.
No podía entender cómo había gente que, por no pelarla, por no ensuciarse las manos, por no sentir su jugo deslizarse por los brazos, la prefería beber en zumo o comerla preparada con canela. Era de la opinión de que el descuartizamiento o el exprimido de una naranja sabe mucho mejor cuando uno lo realiza con sus propias manos.
Introducía el cuchillo en la parte superior de la naranja, en el equivalente a su eje, para facilitar su apertura. Abría la naranja (con la uña) y la separaba en dos mitades. Como le gustaba presumir de boca grande, se metía en la boca la mitad de la naranja entera. Muchas veces casi no le cabía y a penas podía morderla. Era el momento de ponerse una servilleta delante para poder hincarle el diente. Una vez ingerida, se divertía cortando con un cuchillo o royendo la parte blanca de las mondas. A veces también se entretenía apretando la superficie como si fuesen granos para que saliese el líquido.
El olor a naranja se quedaba en las manos durante horas.
No podía entender cómo había gente que, por no pelarla, por no ensuciarse las manos, por no sentir su jugo deslizarse por los brazos, la prefería beber en zumo o comerla preparada con canela. Era de la opinión de que el descuartizamiento o el exprimido de una naranja sabe mucho mejor cuando uno lo realiza con sus propias manos.
5 comentarios:
TODAVÍA LAS DESCUARTIZAS?
YO NO LAS COMO POR NO MANCHARME,... NI SIQUIERA CON CANELA.
ME GUSTAN TUS HISTORIAS CONTADAS POR TÍ.
MUAC!
la de antes y ahora soy cuqui, nena, que no sé cómo va esto de los blogs.
remuac !
Ese cesto lo tengo en la cocina. Me lo trajo Natalia de Valencia. Estoy repartiendo por todo el pueblo para que no se pongan malas.
sbbbs... que ricas. ¿Has leído Gajos de naranja de Tandem? Es bonito. Y si tienes a mano La creación de Bárbara Fiore, lee la primera página... me ha recordado a tí.
En la librería nos pasaba continuamente eso de dejar de buscar para encontrar.
Abrazos
Me habían hablado de ese libro en Tandem. Y sí, ya conocía el de La Creación. Casualmente sólo me acuerdo de la primera página porque me impactó muchísimo. Nena, o me conoces mucho o soy translúcida.
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