15 julio 2015

El habla del silencio

Hay narradores que afirman que para contar cuentos primero es necesario practicar bien la escucha. Yo soy de la misma opinión. Además de escuchar muchos cuentos y a muchas narradoras y narradores, también se necesita practicar la escucha más allá de las palabras del que cuenta. Una escucha atenta y activa que permite percibir detalles y matices apenas imperceptibles. De ahí que este tipo de escucha vaya más allá de lo formal, de la dicción, del uso de las palabras, de la técnica. Es una escucha que conecta con la emoción, con la imaginación (creación de imágenes de lo que se escucha) y es la que genera el vínculo afectivo entre el que cuenta y el que escucha. 

Contando en el Maratón de Cuentos de Guadalajara. Foto de Dani Borrón
El que cuenta, por su parte, como si de una especie de murciélago se tratara que lanza de sus oídos ondas invisibles, ha de percibir cómo se está escuchando. Si es una escucha superficial o profunda, si se está conectando o no con el público, más allá de la historia. Hablamos de percepción, de sensibilidad, de apertura, de disponibilidad.

Aquí se produce el juego entre la palabra y el silencio. Escuchar el silencio mientras se habla, estar atento a percibir el ambiente que se ha creado o se está creando, jugar con las pausas.

Clase de Hatha Yoga con adultos. Centro de Psicoterapia y Salud Chelo Díaz.
Foto de Chelo Díaz
Desde hace poco tiempo, vengo observando la relación existente entre el contar historias y el yoga. Desde mi experiencia como narradora y, recientemente, como aspirante a profesora de yoga. Existe una gran diferencia entre recibir e impartir una clase de yoga, así como en el escuchar y en el contar una historia. Al recibir la clase yoga, uno conecta con su silencio interno, está pendiente de sí mismo, de la práctica, de la asana, "escuchando-se", sin atender a lo que sucede en el afuera (o así es como realizo yo mi práctica). En silencio me gusta practicar las asanas. En silencio y con los ojos cerrados. Sin embargo, impartir una clase de yoga te pone en alerta y a la vez uno ha de inducir a la relajación al otro, decir las palabras justas, alargar y propiciar el silencio para que el practicante conecte con su silencio. Es una sensación muy parecida a cuando se cuenta. En yoga, cuando se imparte una clase, observo que uno ha de estar conectado con su interior y de ahí estar también pendiente del otro, de qué le sucede al otro, de escuchar y observar. Con la mente aquietada, tranquila y a la vez disponible, calculando los tiempos de mantenimiento de las posturas y el ritmo de la clase. Cosa que no es fácil os lo aseguro y a veces la mente está a otra... que somos personas y no iluminados, no lo olvidemos.

Taller de Yoga, Cuentos y Creatividad en el Centro de Psicoterapia y Salud Chelo Díaz
Foto de Chelo Díaz
A lo mejor resulta de Perogrullo afirmar que silencio y palabra se dan en las dos disciplinas. Si bien es cierto que de forma diferente, ya que el objetivo de cada una es distinto (o a lo mejor, no tanto).

En yoga se utilizan los cuentos como enseñanzas o metáforas de vida sin un objetivo artístico, pero ¡qué gusto si te cuentan bien la historia! Para contar historias, el yoga puede funcionar como entrenamiento de cuerpo y mente (hay quien se apunta a teatro, clases de danza o canto): para trabajar la disponibilidad, la apertura y la escucha que hemos hablado y el vínculo afectivo con uno mismo (difícil vincularse con el otro sin un buen vínculo propio), y también para dejar de hacerse pajas mentales, alimentarse bien, tener un cuerpo sano y vigoroso, disfrutar de la vida y confiar en que algún bolo saldrá a pesar de cómo están las cosas... Muchos pensaréis que no es necesario el yoga para seguir esta filosofía de vida y es cierto. Pero también es cierto que a mí el yoga me ayuda a recordarla y ponerla en práctica. Ya que se trata de una filosofía práctica.

Contando en el Palacio Los Serrano (Ávila) Cicatrices. Foto de Arturo Prieto
Si el contar historias es un arte, el yoga también se puede practicar con intención artística, configurando cada asana como una escultura, con consciencia y cuidado con el cuerpo, escuchando su interior. No olvidemos que en el cuerpo se quedan las emociones y éstas nos dan muchas claves para construir historias. Uno de los objetivos de contar es emocionar, y para emocionar hemos de emocionarnos primero nosotros como narradores. Conocerlas bien, saber dónde residen las diferentes emociones en nuestro cuerpo y cómo se manifiestan en cada historia.

Taller de Yoga, Cuentos y Creatividad en el Centro de Psicoterapia y Salud Chelo Díaz
Foto de Chelo Díaz
Así como un narrador hace arte con la palabra, un profesor de yoga, lo puede hacer con el cuerpo. Pero, como estamos hablando de yoga, dejaremos pasar de largo las sensaciones de éxito o fracaso en la realización de las posturas. O como se dice en yoga: desapegarse de los frutos de la acción. Práctica que resulta muy saludable realizarla más a menudo en el contar historias.

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