04 septiembre 2014

Por el aire

Volar le permite tomar distancia, mirar con perspectiva. Darse cuenta de lo pequeño que es el mundo desde arriba. Descubre que hay térmicas de aire que elevan y otras que permiten el descenso. Se le taponan los oídos.

Lo que le gusta de volar es el ascenso. Correr a toda velocidad y de pronto los pies ya no pisan el suelo. Cosquilleo en el estómago. Y subir y subir. Baja la temperatura. Menos mal que se ha abrigado. El aire es suave y frío. Da vueltas sobre su eje para seguir subiendo. Sobrevuela el horizonte. Lo mira. Sonríe. Tiene el horizonte bajo sus pies. 

El aire la mece. No hay vértigo ni miedo. Sabe que no va a caer. El aire la sostiene.



Es la hora del descenso. Le cuesta encontrar la térmica que le permita tocar tierra. Pareciera como si el aire se resistiese a dejarla marchar, como si deseara alargar un poco más el juego de balanceos y volteretas. Ella lo agradece pero su cuerpo comienza a pedirle superficie firme donde apoyar sus pies. Y como si el aire la escuchase, le muestra el camino de descenso. La sorprende. Es más rápido de lo que esperaba.


Aterriza. Su cabeza le da vueltas. Tiene el estómago un poco revuelto. Espera un poco para ponerse en pie. Se desata el arnés. Recoge la tela del parapente. Le da las gracias a su instructor. Se dirige al coche. Arranca y comienza el camino de regreso a casa. Se siente ligera, ingrávida, relajada y un poco mareada. Sonríe. No para de sonreír. Mira fijamente hacia adelante. Sabe que esto lo tiene que contar: su primera borrachera de aire.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡que bueno poder leerte nuevamente!

Patricia Picazo dijo...

Me alegro de que te guste. Eso me anima a seguir escribiendo :)