10 septiembre 2014

Libros y escaleras

Desde hace mucho me gustan las escaleras. De pequeña las bajaba de dos en dos, de tres en tres, de cuatro en cuatro. Contaba escalones allá donde iba. Con el tiempo fui usuaria de escaleras, buenos lugares para sentarse y charlar, comer pipas, fumar. Sobre todo los escalones de la entrada a los portales. Cuando hacía calor, nos metíamos en el patio de las fincas y seguíamos charlando de nuestras cosas del cole, de los padres y hermanos pesados.

Pero las escaleras que más me gustaban eran las de caracol. Soñaba con tener una casa de dos pisos con escalera de caracol. Toda una aventura subirlas y bajarlas. Ya solo por eso merecían la pena las escaleras de caracol. Por eso y porque hasta el nombre me gustaba.

Mirador de Eiffel en La Ciudad Ducal de Las Navas del Marqués (Ávila)
Durante mucho tiempo, "Historia de una escalera" de Buero Vallejo, fue uno de mis diez libros preferidos y creo que en la actualidad lo sigue siendo.

Casualmente, cuando empecé a contar, uno de mis primeros cuentos fue "Instrucciones para subir una escalera hacia atrás" de Julio Cortázar. Esa historia me sigue fascinando y, a pesar de haber abandonado prácticamente el cuento literario de mi repertorio, cada tanto la sigo contando. 

Por aquel entonces participé en algunas intervenciones de calle con gente de teatro y casualmente yo utilizaba una escalera. No en vano empezaron a llamarme "Patricia escaleras". Ahí fue cuando fui consciente de la importancia que habían tenido las escaleras y escalones en mi infancia y adolescencia. Y sobre todo ahora, que vivo en un cuarto piso sin ascensor.


A parte de eso, también me gustaban los libros. Para ordenarlos, clasificarlos y también para leerlos, pero menos. Lo importante era organizarlos y explicar de qué iban a mi hermana pequeña para que le entraran ganas de leerlos. Así empecé a jugar a ser bibliotecaria y, sin saberlo, empecé a practicar en casa el fomento de la lectura. Fracasé estrepitosamente porque a mi hermana pequeña no le gusta leer pero sí escuchar. Así que a ella le contaba las historias que contenían los libros y otras que me inventaba para hacerla reír. Con mi prima y mis amigas sí que funcionaba lo de recomendar libros así que sigo haciendo ambas cosas: recomendar y contar. Lo de ordenarlos ya lo practico menos, pero en casa los tengo clasificados: novela, teatro, poesía, álbumes, libros de trabajo (fomento de la lectura, teatro, creación de historias, recopilaciones de cuentos, filosofía...)

Hace unos días que vi estas fotos en Pinterest. Y solo hace unos días entendí que tanto los libros como las escaleras, que en principio, pertenecen a dos universos totalmente distintos, que no tienen nada que ver unos con otras, cobran significado juntos en una biblioteca. Uno de los lugares que adoro y donde tengo la suerte de trabajar en un despacho abuhardillado al que se acede subiendo a pie veinte escalones.

Escalera de caracol de la vieja biblioteca de la Casa de Holanda 

Escalera de caracol de una biblioteca en Francia

3 comentarios:

Unknown dijo...

La de la casa de Holanda es genial. Y si vas a la colonial de Perú, flipas: exótica y elegante.

Patricia Picazo dijo...

Gracias Alex. La buscaré en Internet de momento :)

Anónimo dijo...

He estado en esa biblioteca en Amsterdam, aunque ya no puedes usar la escalera. También había un cartel que decía algo como: Dos ojos y una boca. Leer más y hablar menos. :)