Una noche, haciendo zapping, me detuve en un programa que hablaba sobre el sadomasoquismo, esa forma de encontrar placer a través del dolor. Y miré por Internet. Encontré un artículo en el que se decía que el placer y el dolor se forman en la misma región del cerebro, lo que les convierte en "extremos de una misma línea contínua", según un estudio realizado por el doctor David Borsook, del departamento de investigación sobre el dolor del Hospital General de Massachusetts.
Por deformación profesional, me acordé del cuento de Riki Blanco, se titula Ainoa, la funámbula y forma parte de uno de los catorce "Cuentos pulga" publicados por la editorial Thule.
La historia habla de Ainoa, la funambulista. Una mujer que sólo lloraba por un ojo y reía de medio lado, no le gustaban los extremos, por eso se hizo equilibrista, para ir por el camino de en medio. Pero un día, en la cuerda floja, una araña empezó a pasear por sus manos y a subirse por el brazo hasta llegar al cuello, lo que le produjo un estallido de risas. Después, sin poder controlarlo, empezó a llorar mucho cuando vio que la araña caía de sus manos y la imaginó despachurrada en el suelo por su culpa. Pero la araña apareció en el pulgar de la otra mano porque había hecho un hilito y se puso a bailar claqué. Ainoa, al verla, empezó a reír y no por las cosquillas y después lloró, y no por el dolor. A partir de ese día en lugar de la cuerda floja, mandó instalar una tela de araña gigante para caminar sobre ella, porque decía no sé qué de que los extremos se juntan o algo así.
Por deformación profesional, me acordé del cuento de Riki Blanco, se titula Ainoa, la funámbula y forma parte de uno de los catorce "Cuentos pulga" publicados por la editorial Thule.
La historia habla de Ainoa, la funambulista. Una mujer que sólo lloraba por un ojo y reía de medio lado, no le gustaban los extremos, por eso se hizo equilibrista, para ir por el camino de en medio. Pero un día, en la cuerda floja, una araña empezó a pasear por sus manos y a subirse por el brazo hasta llegar al cuello, lo que le produjo un estallido de risas. Después, sin poder controlarlo, empezó a llorar mucho cuando vio que la araña caía de sus manos y la imaginó despachurrada en el suelo por su culpa. Pero la araña apareció en el pulgar de la otra mano porque había hecho un hilito y se puso a bailar claqué. Ainoa, al verla, empezó a reír y no por las cosquillas y después lloró, y no por el dolor. A partir de ese día en lugar de la cuerda floja, mandó instalar una tela de araña gigante para caminar sobre ella, porque decía no sé qué de que los extremos se juntan o algo así.
1 comentario:
Desde luego una linda historia y una reflexión que me hace pensar...Gracias y abrazo
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